viernes, 13 de septiembre de 2013

しりとり



¡Buenas noches desde Japón! Sé que he tardado mucho en actualizar, pero realmente no he podido hacerlo antes. De todas formas, ¡por fin comienza oficialmente el blog!
Empecemos por el viaje en avión. Fue horrible. Cuando fui a pasar por el control en el aeropuerto de Barajas en Madrid me dijeron que tenía que sacar el portátil fuera y ponerlo en una bandeja. Yo llevaba el portátil en el equipaje de mano, abajo del todo. Tuve que abrir la maleta (que iba cerrada con un candado), sacar todas las cosas de dentro, sacar el portátil y volver a meterlo todo. Y todo ello con las prisas y la gente esperando… Ah, y todo eso sin zapatos porque me hicieron quitarme las botas. Pensé que ese sería el único problema pero no, en el aeropuerto de Londres tuve que volver a hacer lo mismo.
Cuando me monté en el avión dirección a Japón y me senté, vi que en frente de mí había una pantalla en la que podías encontrar películas en varios idiomas, gran variedad de música, juegos, un mapa en 3D, el recorrido del avión… Y pensé “¡Genial! Así no tendré tiempo de aburrirme.” No. Mentira. Creedme que en 12 horas de vuelo por muchas cosas que te den para entretenerte terminas harto. Nos dieron también una manta, una almohada, unos auriculares y un cepillo de dientes pequeñito con un poco de pasta dentífrica. A pesar de todo me fue imposible dormir en el avión, ya que al no tener donde reposar decentemente la cabeza me hacía daño en el cuello.


Primera comida del avión
Así, tras casi 24 horas sin dormir, llegué a Japón. Nada más salir del avión lo primero que noté fue una bofetada de humedad. Fue como entrar en una sauna. Los trámites en el aeropuerto de Narita fueron sencillos, aunque tardé un buen rato. Al llegar, entre otras cosas, te toman huellas y te hacen una foto, también te dan la tarjeta de residente. Cuando por fin salimos a la zona de llegadas allí estaba Karito, la alumna voluntaria de la Universidad de Kanda que se encargaba de recogerme en el aeropuerto y guiarme un poco. Karito me recibió muy acogedoramente, e incluso traía un abanico de papel en el que había escrito mi nombre y me daba la bienvenida a Japón, el cual me regaló porque aún hace mucho calor en Japón. Yo también le llevé a ella un regalo por tomarse la molestia de recogerme y ayudarme tanto, que, casualmente, también era un abanico.
Mientras estábamos en el aeropuerto esperando a otros compañeros, cambiando dinero, etc. se acercó a nosotros un reportero con un cámara y una intérprete y nos hicieron una mini entrevista para un programa de televisión japonés. Las chicas japonesas que estaban con nosotros dijeron que saldríamos por la televisión, pero la verdad es que no le he prestado mucha atención.
Tras terminar todo lo que teníamos que hacer cogimos el tren, y cada uno se fue bajando en la parada que le correspondía para llegar a su nueva casa. Mi residencia está bastante lejos, así que tardamos un buen rato en llegar, ambas cargadas con mis maletas (llevaba 3 bultos en total). Cuando por fin llegamos a la residencia nos abrió la dueña del lugar, a la cual llamamos okaasan por petición suya, y me explicó las normas de la residencia así como otras instrucciones necesarias. Todo en japonés. La okaasan no sabe inglés, así que en la residencia todo está en japonés y todo se explica en japonés. En ese momento Karito me ayudó y me lo explicó en español, porque yo estaba tan cansada que no podía pensar con claridad. Cuando subimos la maleta a mi habitación (vivo en un 3er piso en Japón, lo que sería un 2º piso en España) e hicimos todo el papeleo pensé que por fin podría descansar. Inocente de mí. La okaasan nos dijo que debíamos ir a comprar algunas cosas que necesitaría desde ese momento, así que tras recuperar el aliento unos minutos volvimos a salir para comprar.
Fuimos a la zona de Tsudanuma, la cual está a unos 20-30 minutos andando de mi residencia. Compramos algunas cosas en Daiso y fuimos a comer a Saizeriya. Todo el que me conoce sabe que adoro la comida y me paso el día comiendo (¡y como no engordo puedo comer lo que quiera!), bien pues ese día en Saizeriya creo que dejé casi medio plato de comida. Karito me decía que había comido muy poco, pero en esos momentos yo sentía que si seguía un minuto más allí sentada comiendo colapsaría y me caería al suelo. De veras. Creo que nunca me había sentido tan cansada en mi vida.


Cuando terminamos de comer Karito tenía que ir a otro lugar a atender otro asunto, así que me tocó volver sola desde Tsudanuma hasta la residencia. Con todas las bolsas de la compra. En esos momentos lo único que quería era llegar a mi habitación y tirarme en la cama a dormir un rato. Nuevamente, inocente de mí. Cuando llegué a la residencia y fui a meter la llave en la cerradura no entraba. Le di miles de vueltas, probé varias veces a pesar de que veía que no entraba de ninguna forma. Nada. Finalmente decidí llamar al portero y preguntar si me podían abrir, tarea ya de por sí difícil porque en esos momentos no estaba para hablar mucho japonés. Siguiendo con mi racha de buena suerte, la okaasan no estaba, así que me respondió uno de sus hijos pequeños. No podía decirle a un niño de 8 años que me abriese la puerta (yo sería una desconocida para él) así que me senté en uno de los bancos del jardín a cocerme al vapor con la humedad esperar que la okaasan  volviese. Al ratito volvió por fin y se disculpó porque, de todas las cosas que me había explicado, se le olvidó mencionar como abrir la puerta. Resultó que la cerradura de era puerta no está en la puerta en sí, sino donde están los buzones. Con razón no podía abrir. Resuelto el misterio, subí hasta mi habitación para descansar. No quería quedarme dormida, porque en unas horas había una reunión de presentación con el resto de chicas de la residencia, pero estaba tan cansada que me quedé dormida. Ni siquiera oí la alarma, me desperté cuando okaasan  vino a llamar a mi puerta. Me arreglé lo más rápido que pude y bajé a la reunión.
Cuando bajé ya estaban allí todas las chicas de la residencia. Nos volvieron a explicar más cosas y nos presentamos todas en japonés, rellenando unas tarjetitas magnéticas con información nuestra para ponerlas en la pizarra donde están los números de las habitaciones. La okaasan  y su marido hicieron curry con arroz para cenar y nos invitaron a todas, estaba realmente rico. De postre había pera que me supo a gloria también. Después de cenar y tras estar un rato hablando con otra chica de habla hispana, por fin subí a mi habitación a dormir. Sin embargo al día siguiente tuve que madrugar, ya que teníamos que ir a la universidad a hacer un examen entre otras cosas. Pero eso es algo que contaré otro día, ¡porque esta entrada ya me ha quedado muy larga!

domingo, 1 de septiembre de 2013

Promesa





El verano pasado despedía a una amiga que había venido a estudiar español a Sevilla durante un curso entero. Recuerdo que ese día le prometí que me esforzaría en los estudios e iría a verla a Japón. Hoy, un año después, comienzo a cumplir mi promesa.

Esta tarde cojo un autobús dirección Madrid, paso allí la noche y a la mañana siguiente cojo el avión hasta Japón (con una escala por ahí). La verdad es que no he estado muy nerviosa los días previos al viaje porque aún no me lo creo. A menos de 24h de coger el avión aún no me lo creo. Y supongo que llegaré a Japón y todavía no me lo habré creído.

La verdad es que este año para mí no ha sido fácil, entre problemas hospitalarios, personales, universitarios, personas que aprecio mucho y se mudan fuera de Sevilla… así que planeo tomarme esta estancia en Japón como un nuevo comienzo, como una oportunidad de cambiar y mejorar (¡o solucionar!) mis fallos y errores. No veo esta estancia en Japón como unas vacaciones. Para nada. Sino como un reto.

Había pensado en escribir una entrada antes de irme, contando todo lo que tuvimos que hacer los que queríamos optar a la beca, los requisitos que nos pedían, todos los problemas que nos encontramos en el camino, los documentos necesarios, etc. Pero algunos de mis compañeros ya han hablado de eso en sus blogs (los cuales podéis encontrar a la derecha). Así que he pensado en hablar del por qué comencé a interesarme en Japón o en Asia Oriental en general.

Como suele ser común mi primer contacto con Japón fue a través del manga y el anime, sin embargo estos no fueron los detonantes de mi curiosidad sobre el país. No fue sino un tiempo más tarde, cuando descubrí un libro llamado Vida de una geisha de Iwasaki Mineko (no confundir con Memorias de una geisha). El libro, una autobiografía, habla de la vida que tuvo su escritora desde que decidió trasladarse a la okiya y empezar a ser una maiko hasta su retirada como una de las mejores geiko (geisha) de todo Japón. En su libro no sólo queda reflejada su vida como tal, sino también su cultura, sus costumbres, su visión ante su propio entorno… pero sobre todo queda reflejado su esfuerzo. Este libro despertó en mí la curiosidad por Japón y a la vez me dio coraje para llegar hasta donde estoy ahora.
Tras devorar información sobre el país nipón extendí mi curiosidad hasta China y Corea del sur, e incluso tengo mucho interés en la India, Vietnam y Rusia. Sin embargo, debido a los alumnos extranjeros que he conocido desde que comencé la universidad, mi interés se mantiene principalmente en China, Japón y Corea del sur, pues es donde viven todas aquellas personas que he ido conociendo a lo largo de estos dos años.

Desde la lectura de ese libro el vivir o pasar una temporada, digamos, larga en Japón se convirtió en uno de mis sueños, más nunca pensé que pudiese llegar a cumplirlo, sino como mucho viajar algún día al país y conocerlo. Ahora ese sueño se ha transformado y ha pasado a, no sólo querer vivir un tiempo allí, sino a querer dar lo mejor de mí mientras esté en Japón.

miércoles, 24 de julio de 2013

Jamás pensé que lograría escribir esto.



Realmente nunca llegué a creer firmemente que podría siquiera optar a recibir una beca para estudiar en Japón, a pesar de que soñaba con ello, y, sin embargo, aquí estoy, escribiendo un blog que tratará sobre mis andanzas en las tierras niponas.

Pero supongo que primero debería presentarme. Soy una chica sevillana, alumna de la primera promoción del Grado en Estudios de Asia Oriental en la Universidad de Sevilla. Comencé el grado cursando la doble mención, es decir, la mención de Japón y la de China, lo cual significaba hacer dos asignaturas de idiomas más de las correspondientes al primer curso. Jamás había estudiado chino o japonés antes de entrar a la facultad, a excepción de algunas cosillas de forma autodidacta y por diversión, pero aún así dije “¿por qué no?”. No contenta con eso, durante mi segundo año en la universidad nos llegó una oferta muy suculenta de una academia de idiomas en Sevilla que comenzaría a dar coreano. Y una vez más dije, “¿por qué no?”. Así fue como me encontré a mí misma inmersa dentro de una carrera y estudiando tres idiomas a la vez. De locos.

A pesar de todo eso, cuando aún estaba en el instituto mis intenciones no eran cursar nada relacionado con Asia Oriental, a lo sumo estudiar japonés porque me gustan mucho los idiomas, pero no pensaba que fuese a terminar como lo he hecho, principalmente porque en Andalucía no existía nada parecido. Cuando tenía trece años decidí que quería estudiar psicología y me mantuve firme en mi decisión hasta que comencé primero de bachillerato, año en el cual me informaron de ciertos cambios hechos en la universidad que me impedían acceder a psicología desde un bachillerato de humanidades. Fue un duro golpe, pero no me rendí, busqué otras formas de acceder e incluso llegué a plantearme el examinarme en selectividad de asignaturas correspondientes al bachillerato de ciencias de la salud. Pero fui realista y comencé a buscar también otras opciones. Me informé sobre grados relacionados con Asia Oriental que se impartían en Madrid y Barcelona, pero todo eso quedaba muy fuera de mi alcance. Sin embargo, el año siguiente me llegó información acerca de un grado nuevo que se quería implementar en conjunto con la Universidad de Sevilla y la Universidad de Málaga, el Grado en Estudios de Asia Oriental. Aún no podía creérmelo, y no llegaba mucha información sobre él, pero aún así me aferré a esa posibilidad.

Finalmente llegaron los exámenes finales y yo no pude presentarme a selectividad en junio. Las noticias sobre el nuevo grado cada vez eran más frecuentes y se rumoreaba que las plazas se habían llenado tan sólo en la primera convocatoria. Nuevamente pensé que me iba a quedar sin estudiar lo que había decidido que quería hacer. A pesar de todo me preparé selectividad y me presenté en septiembre. Cual fue mi sorpresa al enterarme de que, debido a la demanda de gente queriendo acceder al grado, habían abierto otras diez plazas más. Al final, y casi sin creérmelo, conseguí entrar en la universidad, y en la carrera que yo deseaba.

En aquel entonces pensaba que lo más difícil ya estaba hecho, pero, ah, ¡cómo me equivoqué! Ser alumna de la primera promoción no es algo tan fantástico como yo creía… Claro que eso, quizás, lo cuente en otra ocasión, o en otro blog.